EL BANQUETE DEL AMOR
En el banquete del amor hay siete discursos dados por distintos "personajes", el primero es el de Fedro que identifica a Eros (el amor) con la pasión sexual y lo califica como el más antiguo de los dioses. Fedro dice que Eros es el causante de los mayores bienes e inspira valor y sacrificio personal (por el ser amado).
El segundo discurso es de Pausanias, considera que hay un Eros Celeste y otro Vulgar. Dice que si un Eros Vulgar une a dos personas, ese amor será grosero y egoísta, pero si el Eros Celeste los une, todo entre los amantes está permitido porque los cuerpos de ellos serán solo el conductor del sublime amor de las almas.
El tercero es de Erixímaco, que admite esta imagen de los dos Eros, pero para él este Eros bueno y otro malo. El bueno es cauteloso, y evita los excesos. El otro, es destructivo. La diferencia entre Erixímaco y Pausanías, es que Erixímaco piensa que el amor es bueno, no importa el objeto, siempre que no sea excesivo.
Aristófanes expresa en su cuarto discurso que, en un principio los hombres tenían dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos. Y con respecto a su condición sexual, había tres clases de humanos: algunos tenían sexo masculino y femenino, otros tenían dos sexos masculinos y otros dos femeninos.
Esta raza de hombres se enfrentó a los Dioses, y Zeus como castigo partió a cada uno en dos con un rayo dividiéndolos en dos mitades. Por esto, Eros intenta unir lo separado por Zeus, y los humanos pasan la vida buscando esta mitad que les falta.
Agatón interviene, pero en realidad se limita a agasajar a Eros. Es en ese momento cuando interviene Sócrates, y dice que Eros es deseo, pero que solo se desea lo que no se tiene, que falta. Si se ama algo que se tiene, es porque se desea seguir teniéndolo en el futuro (amar a alguien es entre otras cosas querer que viva por siempre). Por eso Eros no es en sí bello ni bueno, sino que es deseo de lo bello y de lo bueno.
Sócrates dice que estos conocimientos sobre Eros se los enseñó la sacerdotisa Diótima. Según ella, Eros no es exactamente un dios, sino un daimon (un ser intermedio entre dioses y mortales). Es hijo de Penia, la carencia y Poros, el recurso. Por su madre desea lo que no tiene, y por su padre no cesa por conseguirlo. Es el deseo de poseer siempre lo bueno. El deseo de procreación en lo bello y el ascenso desde las cosas bellas hasta la belleza en sí. Claramente la condición de daimon de Eros define esta última idea: el amor platónico: busca la belleza pero sin rechazar su origen, es decir de lo bello a la belleza perfecta.
En ese momento llega Alcibíades ebrio, saluda a Sócrates y lo pondera. Bajo los efectos del vino, Alcibíades comienza a contar que en su juventud estaba profundamente enamorado de Sócrates, pero que éste recibía sus iniciativas con simpatía pero con distancia. Y que una vez, se introdujo en el lecho de Sócrates y éste no lo apartó, pero que por la mañana, cuando se levantó, Alcibíades sentía que había dormido con su padre o hermano. Es decir, que Sócrates finalmente no había cedido y este amor tan buscado por Alcibíades no se había consumado. Esto nos revela, finalmente, la naturaleza del amor platónico.
No se trata ni del deseo sexual solamente, como decía Fedro, ni de un amor superior o celeste, como planteaba Pausanias, ni del amor prudente de Aristófanes. El Eros platónico no niega su origen en lo inferior, pero busca este ascenso que realiza el que ama, y que persigue a la vez el ascenso del amado.
Respecto al banquete del amor estoy de acuerdo con Aristófanes que piensa que todos tenemos a nuestra otra mitad, aunque también me parece muy cierto lo que dice Platón, ya que no siempre podemos tener el verdadero amor, y siempre será este un amor imposible, o nuestro amor platónico.
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